viernes, 28 de marzo de 2008

Gurrumino el negro

Docentina era carnicera de día, y enterradora de noche. Pero Docentina no se sentía ni una cosa ni la otra; en realidad, era una maestra frustrada.
Su padre, en su buen obrar, levantó un tabique. Después, tuvo la genial idea de comprarle a Fibrulio -el taxidermista- una veintena de niños disecados para que su hija Docentina pudiera ejercer la docencia en secreto y en sus ratos libres.
Allí, en el garaje, la clase entera observaba atentamente desde el más allá las explicaciones de Docentina, sin formar algarabía. De este peculiar modo se sentía realizada, y castigaba sólo a los niños que según ella se quedaban mirando a las musarañas.
Continúa aquí.

Si aún no conoces El mono se eleva, ya tardas. No sé cómo he podido tardar tanto en volver a enlazar al gran Gavanido.

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