lunes, 16 de marzo de 2009

No adoraría a tu relojero ni aunque existiera

Uno de los típicos argumentos creacionistas es que no puede existir un reloj sin relojero. La naturaleza resulta ser una maquinaria tan extraordinariamente bien engrasada, en la que todas las piezas encajan con una sorprendente precisión y es, en definitiva, tan perfecta, que *alguien* tiene que haberla diseñado.

Obviamente esto es una patraña que refleja como mínimo falta de imaginación (si no somos malpensados, cosa que cuesta bastante con respecto a algunos de ellos); en realidad lo que están diciendo es que *ellos* son incapaces de concebir que no exista un relojero detrás de esa supuesta perfección, y que eso debería resultar evidente *para todos*. Obviamente algo parecido se podría decir de los defensores de la evolución... solo que unos se basan en la experiencia y la razón, y los otros no.

Todo el rollo anterior es una excusa para enlazar a esta entrada antigua del fantástico blog Un barco más grande (que escribe poco pero cuando lo hace es genial):
En realidad la figura del Gran Relojero no funciona en absoluto como símil de la evolución. El Gran Chapucero sería mucho más acertado. Mas que un pulcro diseñador que hace engranajes precisos, la evolución se asemeja a un manitas que corta, pega, mueve, alarga o encoge las piezas con las que hace su trabajo y muy pocas veces diseña realmente algo nuevo.

Darwin comprendió esto muy pronto y lo usaba para defenderse del creacionismo. Mientras otros científicos exhibían los grandes aciertos de la evolución ante los críticos, él se centraba en poner de relieve las redundancias, los apaños, los órganos vestigiales e incluso las imperfecciones. Después de todo, pocos creacionistas estaban dispuestos a admitir que su omnipotente Dios, a la hora de crear a los seres vivos, se había comportado, en lugar de como el Perfecto Diseñador Cósmico, como una especie de Pepe Gotera divino.

En este artículo no voy a mostrar el traspiés de ningún científico ni el fraude de algún oportunista. Las chapuzas que voy a mostrar son responsabilidad única y exclusiva de la maravillosa naturaleza.

PD: Otros posts altamente recomendables: El mono número cien, El más pequeño (y su lamentablemente necesaria post data, Cuestión de fe, que nos dice mucho sobre la estupidez humana y el doble rasero de la gente) o El Profe ("El fin de Alan Turing es el único motivo por el que he decidido incluir un artículo sobre él en este blog. Y no fue Turing el que cometió el traspié, sino el resto de la humanidad."). Pero vamos, lo podéis leer entero que os lo vais a pasar teta y tampoco son tantas entradas. Como un libro pequeño.

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